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"Glade Jul". Viggo Johansen, 1881 |
A estas alturas
de año, seguramente todos/as —queridos/as lectores/as— tengáis ya decorado
vuestro árbol de Navidad. Actualmente no se concibe esta festividad sin él,
pero ¿ha existido siempre? ¿qué significado tiene? ¿cuál ha sido su evolución?
En esta entrada vamos a desenmascarar a nuestro festivo ejemplar…
Los orígenes del árbol de Navidad
«la atracción de todo lo verde, colorido y
brillante en la estación invernal es elemental[1]»
La innegable
importancia del árbol en la cultura y el folklore nos hacen relacionar de una
manera casi directa, en un primer golpe de pensamiento, el paganismo con el
árbol de Navidad, ¿pero es esto cierto? En su mayor parte sí, pero, como bien
nos advierte Lévi-Strauss, no todo debe reducirse a la justificación por los
vestigios; toda tradición tiene sus orígenes y sus procesos y el árbol de
navidad no es una excepción ya que su popularidad es relativamente reciente.
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Corona de pino |
- Influencias asiáticas: Bred Brunner, en
su obra Inventing the Christmas Tree,
recoge la teoría de la arqueóloga Muazzez Ilmiye Çig sobre la búsqueda del
origen en las culturas de la estepa
centro-asiática, donde es costumbre decorar los árboles con lazos de colores en
honor del dios Bai- Ulgan, Esta divinidad estaría relacionada con el sol y
las festividades en su honor coincidirían temporalmente con el solsticio de
invierno. Según Ilmiye, serían los hunos quienes llevaron esta costumbre a
Europa.
- Paganismo clásico: para encontrar
influencias tenemos que acudir a las Saturnalia,
festividad que se celebraba del 17 al 25 de diciembre —la duración de ésta fue
variando según la época; con Augusto se redujo a 3 días, pero posteriormente se
volvió a aumentar hasta los 5—. Se celebraban en honor a Saturno y eran
precedidas por el Natalis Invicti. Lo que nos parece representativo para el tema
a tratar, es el uso de hierbas y “siempreverdes”
para decorar edificios y hogares, bien a modo de coronas o bien con ramas de
bayas.
- Ámbito germánico-nórdico: árboles
perennes como la pícea, el acebo, el abeto o el enebro servían como amuletos
contra la mala suerte debido a su característica conservación de follaje y, por
ende, su permanente color verde. La creencia de que los árboles servían como
habitáculo de seres sobrenaturales justificaba que el deshoje otoñal se produjera
a consecuencia del abandono de este ser. Es entonces cuando se adornaría el
árbol con cintas, piedras de colores y hojas verdes para animarlo a volver a
ocuparlo. De igual modo tenemos testimonios del uso del árbol como depositorio de ofrendas pendientes de las ramas.
Dentro de las celebraciones de Yule encontramos la adoración y decoración de un árbol de hoja perenne en el interior de
los hogares, el cual haría referencia al árbol cósmico.
Muy importante y
relacionado con la simbiosis entre solsticio y vegetación es el leño de Navidad— Yule log, Tréfoir,
christbrand, tronca de navidad, ceppo, etc. —. Este leño ardería toda la noche y sus cenizas podían servir con fines
medicinales o serían esparcidas por las cosechas para favorecer la fertilidad
de los campos. Esta tradición no es propia del mundo germano y escandinavo,
ya que podemos encontrarla en numerosas geografías, entre ellas nuestro país[2].
La elección de la especie arbórea puede variar dependiendo de la geografía. En
el ámbito mediterráneo podemos encontrar leños provenientes de olivo, almendro,
higuera, manzano, parra o encina; mientras que en el norte europeo suelen ser
de roble.
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Personas recogiendo el leño de navidad. Grabado recogido en Chamber's Book of Days, 1832 |
La llegada del cristianismo
Como ya hemos
apuntado en numerosas ocasiones, la transición entre el paganismo y el
cristianismo fue un largo y complejo proceso lleno de sincretismo. En lo que
respecta a las creencias relacionadas con la vegetación tenemos dos modos de
cristianización muy distintos: destrucción o prohibición y asimilación. En el
primer grupo podemos nombrar al obispo Martín de Braga (s. VI), quien en su De correctione rusticorum recoge la
prohibición de depositar ofrendas en árboles, fuentes y piedras y la decoración
vegetal en fechas destacadas del paganismo, atribuyendo todo este tipo de
supersticiones al ámbito diabólico:
«Nam ad petras et ad arbores et ad fontes et
per trivia cereolos incendere, quid est aliud nisi cultura diaboli?
Divinationes et auguria et diez idolorum observare, quid est aliud nisi cultura
diaboli? Vulcanalia et Kalendas
observare, mensas ornare, et lauros ponere, et pendem observare, et fundere in
foco super truncum frugem et vinum, et panem in fontem mittere, quid est aliud
nisicultura diaboli?[3]»
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San Bonifacio derribando el roble Donar. Grabado de Bernhard Rode, 1781. |
Otro ejemplo de este modus operandi es San Bonifacio —Wynfrith— (s. VIII)
y su famoso episodio con el roble Donar de los germanos. La tradición cuenta
que San Bonifacio acudió a evangelizar la zona de Hesse bajo el mandato del
papa Gregorio II. Una vez allí, vio que en Geismar adoraban un roble consagrado
al dios Thor (roble Donar) —aunque en las fuentes aparece nombrado como roble
de Júpiter debido a una asimilación en la traducción con la mitología clásica—,
el cual decoraban y donde se depositaban ofrendas. Como acción evangelizadora,
el árbol fue derribado, lo que provocó la ira de los pobladores locales,
quienes maldijeron a los evangelizadores ante sus dioses. Ante tal revuelo, San Bonifacio explicó que
el árbol había sido derribado milagrosamente y que se había dividido en cuatro
partes de igual longitud. Con esta madera se construiría un templo dedicado a
San Pedro[4].
Otra versión, relacionada directamente con nuestro protagonista, cuenta que en
el lugar del roble derribado se plantó un pino que se adornó con manzanas y
velas, nombrado como “el árbol del niño Jesús”, aunque esta última
interpretación es posible que fuera fruto de adaptaciones posteriores.
Ya en el ámbito puramente cristiano medieval encontramos una práctica muy
destacada durante el día previo a Navidad: la representación de la expulsión de
Adán y Eva del Paraíso (Gen. 2, 3) relacionada con el pasaje del árbol del
conocimiento, del bien y del mal. El árbol usado en este acto estaría decorado
con manzanas, que representarían el pecado, y después de la misa del gallo se
añadirían velas.
Junto al episodio del Génesis, encontramos también la creencia popular en
la que el manzano, además de otros árboles, florecerían en la víspera de
Navidad.
«In the
harshest and mores disagreeable time of the year, it bore apple blossoms the
size of a thumb on the night of Christ’s Birth. For this reason, many believers
from Nuremberg and the surrounding areas would come by and keep vigil in order
to see the truth for themselves[5].»
El filósofo
alemán Alexander Tille[6]
ve en la conjunción de esta creencia, y la decoración con siempreverdes del
paganismo clásico, los orígenes de esta tradición, aunque como podéis ir
comprobando, son muchas las influencias que podemos rastrear tanto en geografía
como en folklore y cultura.
Y si bien los procesos de cristianización violentos tuvieron un resultado
más inmediato, aunque prácticamente menos eficaz, fueron aquellos basados en la
asimilación los que progresivamente fueron calando entre las poblaciones
locales. Si bien veíamos que el paganismo usaba elementos vegetales como decoración,
esta costumbre pervivió durante la edad media ya que coronas y ramas verdes de
hojas aciculares se colgaban en las puertas y en los hogares.
Teniendo en cuenta los antecedentes paganos de esta tradición, la Iglesia
católica se mantuvo muy reacia a adoptar la figura de Santa Claus y todo lo que
ella conllevaba. A pesar de la reinterpretación cristiana del árbol de navidad
— simbología de las manzanas como pecado, la estrella de Belén en la copa y las
luces como Cristo, dentro de la escena cristiana el árbol y el nacimiento
formarían un conjunto, colocando este último a los pies del “siempreverde”— no
fue hasta 1982 cuando se alzó uno en la plaza del Vaticano, bajo el mandato del
papa Juan Pablo II.
¿Cuál fue el primer árbol de navidad?
Aunque las
referencias existentes no son muy claras, podemos hacer una pequeña cronología
nombrando algunos ejemplos ubicados entre principios del siglo XV y finales del
XVI:
- 1419: primera documentación escrita conservada
sobre un árbol alzado en el Hospital del Espíritu Santo por el gremio de
panaderos de Freiburg (al sur de la actual Alemania). El ejemplar estaría
decorado con manzanas, ostias, pan de jengibre y alguna especie de espumillón.
- 1441: árbol alzado a la entrada de Tallín (Estonia),
alrededor del cual se danzaría.
- 1444: Jhon Stow (1525-1605) recoge en su obra,
“Survey of London” (1598), la existencia de un árbol situado en la ciudad de
Londres. Y la cita dice así:
«a standart of the tree being set up in the midst of the pavement fast
in the ground, nailed full of holme and ivie, for disport of Christmas to the
people»
- 1510: en Riga, la hermandad de los cabezasnegras
alzó un árbol en la plaza central de la ciudad con motivo del solsticio de
invierno. Éste fue decorado con hilo, paja y manzanas para posteriormente
quemarlo en una gran hoguera.
- 1570: en Bremen se situaba un árbol a la entrada
de un gremio. Este ejemplar estaba decorado con manzanas, nueces, pretzels y
flores de papel. Durante Navidad, los niños podían sacudir el árbol.
Esta
cronología deja constancia de la realidad de esta práctica, pero tenemos que
tener en cuenta que no podemos equipararlos con los árboles de navidad tal y
como los conocemos ahora puesto que, como veremos a continuación, la costumbre
de decorar el árbol en el interior del hogar comenzó a popularizarse a partir
del siglo XVIII.
ALEMANIA
En el apartado
anterior hemos visto algunos ejemplos cronológicos de la celebración de esta
costumbre, pero ¿qué lugar podemos marcar como inicio de los modernos árboles
de Navidad? Los investigadores coinciden en buscar los antecedentes en el seno
de la Alemania protestante. Una creencia muy extendida es aquella que nombra a
Martín Lutero como el primero en añadir velas al árbol, inspirado en el fulgor
de las estrellas entre las ramas de un ejemplar de su jardín.
Miles —en su
obra Christmas in rituals and tradition Christian
and Pagan— remarca el carácter hogareño de esta tradición. El árbol se
colocaría en el centro de la habitación y a su alrededor se desarrollaría la
vida familiar. También se podían encontrar vegetales decorando edificios
sacros. En Munich, apunta, se podían encontrar árboles en hogares, iglesias y
cementerios, con tumbas decoradas con acebo, muérdago y algún pequeño árbol con
luces resplandecientes.
Como ya hemos
visto anteriormente, el primer ejemplo datado se localiza en Alemania —donde se
asentará y desarrollará durante todo el siglo XVIII— desde donde se exportará
al resto de Europa. Allí esta costumbre no se circunscribía a un único grupo
social favorecido —como sí veremos que ocurría en Inglaterra— ya que nadie era
ni demasiado pobre ni demasiado solitario para tener uno. Como ya hemos
apuntado, esta tradición se desarrolló dentro del ámbito protestante, y de allí
al católico. Miles vuelve a recoger un ejemplo en Saint Boniface’s Whitechapel
(católica), la cual fue decorada con dos vistosos árboles engalanados con bolas
de colores brillantes e hileras de oro y plata, además se encenderían velas
durante la bendición.
En sus inicios
los árboles estaban decorados con nueces, manzanas, flores de papel, etc., pero
no estaban permanentemente iluminados. El primer ejemplar iluminado del que se
tiene constancia se data en 1785.
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La reina Victoria y Alberto de Sajonia-Coburgo. Grabado incluido en Godey's Lady's Book, 1850 |
Aunque ya hemos
visto que Stow describía la decoración navideña del Londres del siglo XV, la
costumbre de poner el árbol aún no se había asentado. No fue hasta 1848 cuando
el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo, esposo de la reina Victoria, trasladó
está tradición desde Alemania hasta la Inglaterra victoriana. En 1851 se
admiraría el primer árbol decorado en Innsbruck. Progresivamente se irá
extendiendo a otras clases sociales, pero en sus inicios era una práctica
reservada para las clases más favorecidas.
OTRAS ZONAS
EUROPEAS
Respecto a
Francia hay varias teorías. Unos fechan la llegada a finales del s.XIX, durante
la guerra franco-prusiana (1870-1871); otros manejan la opción de que fuera la
princesa Helena von Meckeeburg quien lo llevara a París en 1837, sin embargo
también se conoce la existencia de un árbol en el palacio de Tullerías en la
Navidad de 1867, que habría sido mandado decorar por Eugenia de Montijo,
consorte de Napoleón III.
En España
también llegaría a finales del siglo XIX, conociéndose un ejemplo en el Palacio
de Alcañices (Madrid), mandado colocar por Sofía Troubetzkoy, esposa de José
Isidro Osorio y Silva.
NORTEAMÉRICA
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Árbol de Navidad en el Rockefeller Center de Nueva York |
El árbol de navidad en el mundo
Cada vez que pensamos
en el árbol de Navidad, asociamos la imagen al abeto, pero ¿en todos los
lugares se usa el mismo tipo de árbol? Si queremos elegir un ejemplar natural
lógicamente no —de los artificiales hay multitud de tamaños, precios y
colores—, pues la elección del mismo dependerá de la zona geográfica en la que
nos encontremos. En Chile encontramos la araucaria, un ejemplar perteneciente
al género conífera, en Nueva Zelanda el majestuoso pohutukana, o mirto, con su
intenso color rojo o el castaño de indias en la zona de Grecia y Bulgaria.
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Pohutukana (Metrosideros excelsa) |
A pesar de repasar
especies arbóreas, tenemos que tener en cuenta que en muchos lugares no era
necesario el uso de un árbol per sé, sino que podían usarse simplemente ramas
como decoración.
Como conclusión podemos decir que el árbol
de Navidad es un claro ejemplo de sincretismo, pues en él confluyen factores tanto
paganos como cristianos —el fuego, la luz duradera, el verdor perenne, etc.—.
Su relación con el solsticio hace que se le asocie con la fertilidad, la luz y
el renacer del curso natural, conceptos adaptados y reinterpretados por el
cristianismo —manzanas: pecado; luz: Cristo; forma triangular del árbol:
Santísima Trinidad—.
¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!
¡Os espero entre las hojas!
BIBLIOGRAFÍA
CHURCO, Jennie M. “Christmas and the
roman Saturnalia” en The Classical
Outlook. Vol.16, nº 3, diciembre 1938. pp. 25-26.
DOWDEN, K. European Paganism. The
Realities of Cult from Antiquity to the Middle Ages. Routledge: London and New
York, 2000.
FRAZER, J. G. La Rama Dorada. Fondo de Cultura Económica: México, Madrid,
Buenos Aires, 1981.
GARCÍA
PÉREZ, Guillermo. El árbol religioso
en España. Archivo Digital UPM, 2017
…………………………………… El árbol sagrado en España.
Primera parte. Archivo digital UPM, 2014.
……………………………………. “La Tronca de
Navidad” en Boletín de la Sociedad
Ateneista de Aire Libre, nº46, 2014. pp. 9-19.
GUBERNATIS, Angelo. Mitología de
las Plantas. Leyendas del reino vegetal, vol. 1: Botánica general. José J.
de Olañeta editor: Palma de Mallorca, 2002.
KARAS, Sheryl Ann. The Solstice Evergreen. The History,
Folklore and Origins of the Christmas Tree. Aslan Publishing:
Farfiel, Conneticut, 1998.
History
of Christmas Trees. Artículo para History Channel, 2012.
Imágenes de árboles de Navidad en época victoriana
[2]
Si queréis saber más sobre esta tradición: GARCÍA PÉREZ, Guillermo: “La Tronca
de Navidad” en Boletín de la Sociedad
Ateneista de Aire Libre, nº46, 2014. pp. 9-19.
[3]
Fragmento extraído de MARTÍN DE BRAGA: De correctione rusticorum
[4] Este
episodio está recogido en Vita S.
Bonifacii archiepiscopii, de Willibald (700-786)
[5] Fragmento recogido en un texto de 1430. Incluido en BRUNNER, Bernd. Inventing the Christmas Tree. Yale
university press, 2012.