Hoy es martes, día 21 de marzo, y diréis, ¿qué tiene de
especial esta fecha? Ayer comenzaba oficialmente la primavera en todo el
hemisferio norte, una estación caracterizada por el rebrote del reino vegetal,
el deshielo y el despertar de muchos seres vivos que han permanecido dentro de
sus refugios durante meses. Los bosques recuperan el ajetreo de pequeños
animales, el florecer de muchas especies… y es que no podía haber mejor fecha que
esta para proclamar el Día Internacional de
los Bosques.
¿Concienciación real o
fotografía fácil?
¿Por qué existen tantos días internacionales? ¿Cuál es su
finalidad? Según la ONU, sirven para:
“Sensibilizar, concienciar,
llamar la atención, señalar que existe un problema sin resolver, un asunto
importante y pendiente en las sociedades para que, a través de esa sensibilización,
los gobiernos y los estados actúen y tomen medidas o para que los ciudadanos
así lo exijan a sus representantes[1]”
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Paseo por el bosque talado. Viñeta de El Roto |
Hoy, 21 de marzo, se hace hincapié en la concienciación y
sensibilización del ser humano para con los ecosistemas boscosos, así como con
los árboles; sus usos, beneficios y su papel relevante en el desarrollo de las
poblaciones (erradicación de la pobreza, sostenibilidad medioambiental, etc.).
Este año el foco se centra en la relación entre bosques y energía, en este
largo camino hacia un sistema basado en la sostenibilidad ambiental. Todos los
mensajes, celebraciones, actividades que se están llevando a cabo en este día
sólo son un pequeño grano de arena en la vasta duna que representa la lucha por
la conservación de estos espacios.
Como ocurre con otras causas, la “foto del día” no soluciona
el problema. Hoy no se acabará con la deforestación ni con las malas praxis de
la industria maderera, tampoco con la desaparición de bosques autóctonos en
favor de plantaciones masificadas, ni con la destrucción de refugios y la
consecutiva expulsión de poblaciones indígenas y seres vivos que pueblan los
bosques, ni con la especulación del suelo quemado, ni con la caza
indiscriminada… y así podríamos seguir, rellenando una larga y vergonzosa lista
de acciones que el ser humano está llevando a cabo contra el medio natural, en
última instancia contra sí mismo, pues muchas veces se nos suele olvidar que no
somos más que pequeñas piezas de un mundo mucho más amplio y antiguo.
En busca de la memoria
del bosque
Cuando se nos habla sobre la conservación de los bosques,
tendemos a englobar únicamente su dimensión física pero, ¿qué ocurre con su
memoria? Traigo a colación mi caso personal. Como bien sabéis, hace unos años
cursé la licenciatura de Historia y un máster en Estudios Medievales. Si ya de
por sí muchas son las áreas de estudio que se quedan en el tintero, así como un
lista muy variopinta de geografías (¿África, Asia, Indonesia?, ¿Qué es eso?
Nótese la ironía…), imaginaos lo que ocurre con las disciplinas alejadas de la
historiografía más tradicional. En el caso particular del bosque – y los
ecosistemas en general- aparece únicamente como pieza clave de la actividad
económica: ¿de dónde se extrae la madera y el carbón? ¿Dónde se caza, se pesca
y se recolecta? ¿A quién pertenecen los terrenos y quienes los explotan? La
foresta es, por tanto, esclava de las relaciones socio-económicas, es un
recurso a merced del ser humano ¿Es cierta esta perspectiva? En cierto modo sí.
La relevancia práctica del bosque y el árbol durante el devenir de la Historia
es innegable, el problema viene cuando se confina a los ecosistemas a este
“cercado económico”, sin tomar en consideración la verdadera dimensión de su
influencia sobre las poblaciones. Y es que para algunos profesionales el
estudio de las mentalidades, las fuentes literarias y artísticas, la tradición
popular… son fuentes de segunda o incluso de tercera, como si realizar un
trabajo de investigación sobre la faceta imaginaria del bosque fuera escribir
una novela de fantasía (basado en hechos reales). Pero imagino que lo que podría sentir la Lucía medieval, campesina,
ante la imagen de un bosque nocturno, imponente, no debió de ser muy distinto a
lo que sentiría yo en esa situación. Ninguna de las dos es un elfo de nivel 20,
sino un ser humano acongojado ante los peligros reales e imaginados que
personifica ese espacio.
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Mujeres abrazadas a un árbol, pertenecientes al Movimiento Chipko. |
Afortunadamente, una vez que me introduje en este sendero
–nunca mejor dicho- descubrí que hay mucha gente preocupada por recuperar la
memoria del bosque, TODA su memoria, desde arqueólogos/as e historiadores/as
como Della Hooke y sus trabajos sobre la importancia del árbol en el mundo
anglosajón, Jacques le Goff y sus aportaciones a la Historia de las Mentalidades
o Jacques Brosse con su amplia bibliografía sobre mitología arbórea;
historiadores/as del arte como Ana Santamaría Fernández y su trabajo sobre el
bosque en la visión de los artistas de la segunda mitad del siglo XX; biólogos/as
como Aina S. Erice, quien divulga de manera muy amena y precisa el mundo
vegetal, o Francis Hallé y su conocimiento de los bosques tropicales; periodistas
como María José Parejo y su equipo, su Bosque
Habitado, un programa radiofónico de obligada escucha para cualquier amante
el reino vegetal; filólogos como Claude Lecouteux y sus estudios sobre los
seres maravillosos en el ámbito germano-nórdico medieval, etc. Estos autores/as
son solo representaciones del movimiento incipiente, real, que recuperó y sigue
recuperando la memoria del bosque. Pero no sólo en el ámbito académico,
periodístico o divulgativo encontramos estos ejemplos, pues hay una memoria
viva que pervive en los medios rurales, en la gente mayor, en las plataformas
ciudadanas y ecologistas, en las tribus,
desde Asturias a la India, al Amazonas o a Nigeria.
9 razones para
descubrir el bosque
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El corazón del bosque. Ilustración de Lucía Triviño, autora del blog. |
Después de esta corta pero intensa reflexión, no se me ocurre
una mejor manera de celebrar el Día Internacional de los Bosques que unirme a
la iniciativa #DiscoverForest, mostrando unos pocos ejemplos sobre
cómo podemos incluir al bosque en nuestra vida cotidiana. Allá van:
1. Plantar un árbol. Fácil, sencillo, para toda la
familia y beneficioso para todo el planeta.
2. Respetar al resto de especies con las
que compartimos el mundo. El ser humano no es imprescindible para el desarrollo de la vida en el
planeta, somos una especie más, cuanto antes lo entendamos mejor nos irá a
nosotros y al resto de especies.
3. Reencontrarse con el medio natural. Acudir a la naturaleza, observarla,
respetarla, desde visualizar el vuelo de los pájaros, el cambio de estación… en
fin, disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
4. Respetar el medio natural. El reencuentro debe ser limpio y
respetuoso. Los bosques, montañas, praderas o masas de agua no necesitan
nuestros residuos. De igual modo que los habitantes del bosque no necesitan
huir a causa de los disparos, ¡que ya bastante tienen con su estrés de
herbívoros y carnívoros!
5. Recuperar el conocimiento natural. ¿Cómo se bajaría el carbón desde el
bosque al pueblo? ¿Cómo se trabajaba en el bosque antes de la revolución
industrial? ¿Cómo puedo reconocer hongos y no morir en el intento? ¿Si hiervo
esta planta, la infusión combatirá mi dolor de estómago?
6. ¡Eso es cosa de cuentos! Sí. Leer, leer y leer. Hay un bosque
escondido detrás de cada historia: los hermanos Grimm, Rudyard Kipling,
Algernoon Blackwood, el ciclo artúrico, Layla y Majnun…
7. Ya me lo decía mi abuelo… escuchar y valorar los testimonios de
nuestros mayores, atesorar ese conocimiento. El conocimiento es poder. ¿Por qué
hay un tejo cerca de una iglesia? ¿Por qué la gente se sigue reuniendo bajo ese
roble?
8. Transmitir el respeto por el medio a los más pequeños. Que conozcan la naturaleza que los
rodea, en vivo y en libro.
9. Dejarse inspirar por el bosque. Escribir, dibujar, pintar, crear música… Hay muchas maneras
de acercarse a este ecosistema, y no sólo es una cosa de nuestros antepasados.
Quizás ya no nos acerquemos a venerar a la divinidad que vivía en la corteza
del árbol, ni a admirar la creación de un ente divino ni a encontrar ese
Absoluto del que nos hablaban los románticos; lo que está claro es que el
bosque inspiró y sigue inspirando.
Concienciación, inspiración, respeto y memoria; para mí,
cuatro claves para incluir el bosque en nuestra vida. Y vosotros/as, ¿Cómo
descubrís el bosque?
Sin más dilación, os deseo a todos y todas un feliz Día de
los Bosques. Acciones individuales en distintas partes del mundo crean una gran
revolución, como dirían nuestros compañeros de El Bosque Habitado, una Revolución de los Conmovidos.
¡Os espero entre las Hojas!
NOTAS
[1] Fragmento
extraído de: https://blogs.un.org/es/2016/11/23/para-que-sirven-los-dias-internacionales/